Llevo unos días siguiendo por la radio una noticia que a la mayoría de la gente seguramente no le llame mucho la atención, pero que tiene unas consecuencias potenciales francamente pertúrbates. Resulta que en Granada se ha producido una epidemia de Sarampión. Ya saben ustedes, esa enfermedad que antes tenían que pasar todos los niños y que hoy en día, gracias a las vacunas, ninguno tiene por qué ver padecer. Y esa parece ser precisamente la causa de este sorprendente brote epidémico, los padres de muchos niños fanáticamente se niegan a vacunar a sus hijos por participar de un batiburrillo de supersticiones y creencias llamado “Medicina Natural”. Finalmente el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha intervenido en favor del interés de los menores y ha autorizado a la Junta de Andalucía a vacunar a los niños contra los deseos irracionales de sus padres.
Este es un ejemplo del peligro que tiene el seguimiento de supersticiones, en este caso unos padres irracionales que queriendo proteger a sus hijos de no se que peligros imaginarios que causan las vacunas los lanzan de cabeza en medio de los daños muy reales que producen enfermedades como el sarampión, la varicela, las paperas o cualquier otra enfermedad fácilmente prevenible por la simple razón de que no es natural lo que tiene como corolario que la muy natural picadura del escorpión debe ser sanísima y muy recomendable para tratar alguna enfermedad, solo que hasta ahora las conspiración que une a farmacéuticas y a los gobiernos para convencernos de que es venenosa y así poder vendernos esas malísimas vacunas artificiales.
Esta creencia irracional no es diferente de esa que siguen fanaticos religiosos como la conferencia episcopal y el Papa les llevan a luchar en contra de los preservativos que evitan que millones de personas se infecten del SIDA, de la investigación de células madre o las terapias genéticas. La diferencia está que en el primer caso el estado intervendrá para salvar a las victimas del fanatismo natural, mientras que en el segundo se dedicará a financiar al fanatismo nacionalcatolico y le prestará medios para que difundan sus tonterías sobre el pecado y la otra vida, ¡y todavía hay quien se quejará de la deriva laicista de este país!
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