Polonia, una sociedad cargada de mentiras y odio

Por Alberto Alcalá Grande
  El 22 de septiembre comenzaba una aventura de un curso académico en Wroclaw, una de las ciudades económicamente más desarrolladas de Polonia.
Ya desde los primeros días comencé a comprender las dificultades que aquí tendría cualquier persona de izquierdas que quisiera compartir, exponer sus ideas. Estés donde estés se respira anticomunismo. Desde la enseñanza primaria se comienza un proceso de falseamiento de la historia (un ejemplo absurdo pero significativo es la versión que ofrecen del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, impartiendo que provocada por la invasión de la URSS al territorio polaco), esto continúa con una constante alusión anticomunista de los medios de comunicación mediante el falseo del pasado. En las calles podemos ver numerosos grupos neonazis que crecen al amparo y bajo la protección de la lucha contra los vestigios del comunismo (a diferencia de lo que ocurre en Europa occidental que lo se desarrolla gracias al discurso contra el inmigrante). Hasta los guías turísticos cuenta las verdades a medias y falsean numerosos datos para hacer ver que la época socialista de Polonia fue algo, digno de recordar mediante el odio, mediante el miedo.

El contexto en el que vive Polonia no deja de ser propicio para el desarrollo de este odio a todo lo que suene a marxismo, inmersos de lleno en la crisis financiera internacional, en pleno proceso electoral en el cual los dos favoritos pelean para mostrar quien es más anticomunista, exaltando constantemente un nacionalismo desmedido cargado de radicalismo anti-ruso.

Así pues la presencia de esta ley desde el 6 de junio, la cual considera un delito la utilización de simbología comunista, era un paso lógico que los dirigentes tarde o temprano iban a atreverse dar, impulsados también por la prohibición de mismo carácter en otros 4 países de la Europa del Este. Desde el Partido Comunista polaco (KPP) se ha recurrido por la via judicial a esta nueva ley, pues claramente supone un gran paso hacia la ilegalización de esta formación política para exterminar por completo cualquier alternativa anticapitalista.

Afortunadamente dicha prohibición del uso de simbología comunista en espacios públicos  ha comenzado a despertar de un largo letargo a esta sociedad, viéndose numerosas concentraciones pidiendo la derogación de esta ley. También numerosas personas, jóvenes, adultos y ancianos llevan consigo toda clase de simbología comunista en claro signo de rebeldía ante este atropello de las libertades de expresión.
Como vemos y vimos a lo largo de la historia, en las grandes crisis el fascismo avanza con fuerza, y Polonia es un claro ejemplo de este hecho.