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Griñan y la falacia ad hominen

valderasiulvca Muy pocos argumentos debía de tener el presidente de la Junta de Andalucía, Jose Antonío Griñán para convencer a la clase trabajadora de las bondades de su política económica cuando en su réplica a la intervención del portavoz de IU, Diego Valderas durante el debate sobre el Estado de la Comunidad, tuvo que remontarse a los pactos Molotov-Ribbentrop y a un casposo anticomunismo digno del senador Joseph McCarthy para tratar de rebatir los argumentos de IU en contra del plan económico de la Junta para reducir el déficit público.

Y es que cuando no se tienen argumentos consistentes la mejor estrategia es tratar de distraer con argumentos traídos por los pelos para tratar de desacreditar al adversario no por lo que argumenta, si no por  los supuestos defectos que este tiene por ser comunista  pese a no tener nada que vejoseantoniogrinan080410r con el tema que se discutía, lo que en lógica se conoce como la “falacia ad hominen”, básicamente está demostrando que carece de mejores (y más veraces argumentos) para hacer frente a unas críticas que parecen mejor fundadas de lo que acaso a Griñán le gustase admitir. Desgraciadamente para el presidente de la Junta de Andalucía, el que Stalin firmara en 1939 con Hitler un pacto de no agresión no puede servir de argumento para invalidad las críticas de Diego Valderas a su política económica, porque una cosa tiene que ver con la otra tanto como el tocino con la velocidad.
No obstante dicho argumento si le sirve para que esa pandilla de estómagos agradecidos que se llama “grupo socialista en el parlamento andaluz” jaleen y aplaudan a su líder convencidos de que ha dado en el punto clave de su rival. Pues en eso consiste en ser parlamentario socialista, en apoyar y aplaudir acríticamente cualquier disparate que proponga su líder. ¿Que importa que la gente pierda su trabajo mientras ellos seguirán ocupando su escaño? Y es que con una izquierda así que más da que gobierne la derecha. Y es que quizás una buena forma de recortar déficit sería liquidar todos los parlamentos  y gobiernos de España, los nacionales y los autonómicos, y que en su lugar “los mercados” nombren directamente un administrador plenipotenciario de su finca llamada España, ya que no tiene mucho sentido el hacer tantas elecciones para elegir a tanto cargo público, para que al final sean “los mercados” los que decidan la política económica y todos estos “representantes del pueblo” acaten sin rechistar.

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