Hoy, una compañera de El Viso colgaba en su Facebook el siguiente mensaje: "No se que cifras queremos conseguir en desempleo antes de ponernos manos a la obra..... pienso que todos los países que nos rodean han empezado sus reivindicaciones en la calle, multitudinarias...... estamos aletargados en España?, para cuando una HUELGA GENERAL?".
Y es que uno no puede más que mirar con envidia como las banderas de la CGT francesa llenan las calles de París y como Sarkozy es derrotado no una, sino dos veces ante las presiones de los trabajadores franceses. Ciertamente en España una huelga general está tan justificada o más de lo que está en cualquier otro país de la UE. No en vano, y tal y como recordaban hoy en la SER, dos de cada tres parados nuevos en Europa se crean en España. Y pese a ello la patronal española no deja de exigir mayor "flexibilidad" al gobierno para poder seguir despidiendo. Por si esto no fuera suficiente, vemos como nuestro Gobierno destina miles de millones de Euros de los contribuyentes al "rescate de la banca" sin exigir ni la más mínima contraprestación de esta alguna, y como mucho se les pide "responsabilidaz" (con z de zapatero o lo que es lo mismo si usted quiere y si no pues a callar y no molestarle mucho) a la hora de abrir el grifo de los créditos . Hay pues motivos más que suficientes para una huelga general que obligue al gobierno a replantearse cuales son sus prioridades y que necesidades debe atender primero, si la de los trabajadores o la de la gran patronal y la banca responsables de la crisis.
Pero para que una huelga general tenga éxito no basta con que haya motivos, también hay que tener fuerza para convocarla y conseguir el éxito. Desgraciadamente quienes deberían tener esa cfuerza, los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO están muy lejos de entender que este no es el momento de dejarse llevar por los cantos de sirena de la concertación social ni por las trampas de los medios de comunicación que, al servicio de sus patronos, proponen la creación de un gran pacto que (al estilo de los de La Moncloa de la transición) garantice la paz social para salir de la crisis.
Y están muy lejos porque en España ha funcionado más eficazmente que en ninguna otra parte la desactivación ideológica de los sindicatos. Durante muchos años se ha insistido tanto desde dentro como desde fuera de los sindicatos que estos debían ser independientes de los partidos políticos (en el caso de CCOO y el PCE esta independencia ha sido completa, mientras que la UGT sigue siendo más o menos el brazo armado del PSOE contra la clase obrera). Esta idea de independencia ha corrido pareja a la de la mercantilización del sindicato, es decir el sindicato ya no es un agrupación de trabajadores que se unen para defender solidariamente sus derechos frente a la patronal o el gobierno, sino un prestador de servicios (jurídicos, de asesoramiento, de formación etc.) a los trabajadores que compite en un "mercado de sindicatos" con otros sindicatos por captar la mayor cantidad posible de negocio. En este contexto la ideología deja de tener sentido y la afiliación se puede producir por causas que nada tienen que ver con la función reivindicativa que debería ser la principal de un sindicato. Es decir del joven que se afilió a CCOO porque así podía hacer un curso de conductor de ambulancia (por poner uno) y con el que después no se hace ni el más mínimo trabajo de formación y concienciación sindical, difícilmente va a ser un elemento activo a la hora de platear acciones reivindicativas como huelgas o manifestaciones.
Si a esta falta de formación y motivación política de una importante parte de la militancia unimos la baja afiliación de los sindicatos en España y su enorme dependencia de las subvenciones públicas para mantener a un cada vez mayor cuerpo de trabajadores liberados nos encontramos con unos sindicatos que cuenta con muy pocas garantías de éxito para convocar una huelga general y mucho que perder si esta fracasa. Por otro lado estos defectos de los sindicatos son exagerados una y otra vez por la prensa buscando que estos sean cada vez más desprestigiados pues un sindicato sin prestigio es un enemigo débil y quienes controlan los medios, ya sean públicos o privados, no quiere un sindicatos fuertes y si a esto le unimos la facilidad con la que la gente de IU y el PCE se enfadan, se sienten rojos químicamente puros y se dan de baja del sindicato y se apuntan al discurso anti sindical, pues al final sólo conseguimos agrandar el problema al vaciar al sindicato de aquellos elementos que podrían ser revulsivo a esa constante domesticación a la que vienen siendo sometidos.
En definitiva, hay motivos más que sobrados para una huelga pero la maquinaria que debe llevar adelante esa huelga necesita una puesta a punto para poder afrontar dicho reto con garantía de éxito. Para ello es necesario que desde IU en general y desde el PCE en particular cambiemos nuestra actitud hacia los sindicatos en general y hacia CCOO en primer lugar abandonando ese discurso que trata a los sindicatos como traidores de la clase obrera por otro en el que entendamos que estos en realidad son solamente un instrumento del que se sirven los trabajadores para defender sus derechos laborales y políticos (pues los unos son inseparables de los otros por más que nos quieran hacer ver lo contrario) y que por lo tanto, de entrada hay que asumir que cuanto más fuerte sea mejor podrá servir a este propósito con independencia de que nos guste más o menos el secretario general del sindicato o el liberado este o aquel y buscando la participación y la crítica desde dentro para conseguir que finalmente sean aquello que queremos que sean ya que alejándonos y criticando desde fuera no conseguiremos cambiarlos jamás. El ejemplo de la cooperación entre IU y el sindicato agroalimentario de CCOO durante la pasada huelga del campo en la provincia de córdoba nos muestra que si es posible que unos y otros trabajen en la misma dirección y que dicho trabajo se vea coronado por el éxito, este debe ser el camino si queremos estar preparados para hacer una huelga general contra la política económica de este gobierno.
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