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Medallas

Dice el hispanista Gerald Brenan en un libro magistral, “El laberinto español” - que recomiendo leer- que; “Andalucía es el pueblo mas damnificado por España” desde que España existe.

Esta tierra madre de Séneca, Machado, Alberti o Lorca. Esta tierra “damnificada” por la mal llamada reconquista, esa tierra que se fragmentaba en pequeñas propiedades en manos de campesinos andalusíes, quizás musulmanes, quizás cristianos, quizás judíos. Esta tierra que en esa”reconquista” vieron aquellos campesinos como le expropiaron sus tierras por la nobleza y las ordenes militares del norte de la península. La invasión militar los convirtió en jornaleros, en desposeídos, dando lugar a la Andalucía de los latifundios.

La Casa de Alba encarna la máxima expresión de ese latifundio estéril, subvencionado y parásito, consecuencia de unos siglos de retraso histórico. Contra ese modelo injusto e inmoral, que representa la Casa de Alba, se levantaron los movimientos campesinos de principio del siglo XX y los revolucionarios de la II Republica. Blas Infante los condeno en nuestro Himno:¡Andaluces levantaos¡ ¡ pedid tierra y libertad¡.

Sesenta años después de la muerte del padre de la patria andaluza, la Junta de Andalucía, nuestro máximo órgano político, en un acto vergonzante y bochornoso, nombra a la Duquesa de Alba hija Predilecta de Andalucía. En palabras de Consejero Zarrias: la Junta ha valorado en la Duquesa “su naturalidad, llaneza y alejamiento de la pompa, su personalidad íntimamente ligada a la forma de ser andaluza y muy especialmente a Sevilla, ciudad en la que reside habitualmente en el Palacio de la Dueñas (Vamos, que no vive en las tres mil viviendas) y de cuyas tradiciones y costumbres es una activa embajadora”.

Para quien no lo sepa, la Junta ha tenido en cuenta el “andalucismo” que irradia, por los “cuatros costados”, la Duquesa; por ejemplo: cuando exhibe su porte, vestida de faralaes por la Feria de Sevilla o Jerez, al sentarse en la barrera de la Maestranza, en el Palco del Ruiz de Lopera, o cuando derraman sus palabras ese “acento andaluz” que le caracteriza.


Cuanto duele que Andalucía haya dejado de ser un pueblo de jornaleros, pero no de señoritos.

Manuel Ruda

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