Hay una escena de la estupenda película de Roberto Benigni, "La vida es bella" en al que el protagonista es llevado como camarero a una fiesta de oficiales del campo de concentración y en esta fiesta trata de contactar con el medico del campo. Este médico es un viejo conocido de Guido (el protagonista) ya que antes de la guerra solía visitar el balneario de su tío, donde Guido trabajaba de camarero y donde ambos comparten afición por el juego de las adivinanzas. Cuando Guido ingresa en el campo de concentración, durante un chequeo médico, ambos se reconocen y el médico le dice que tiene que hablan con él. Desde ese momento Guido trata por todos los medios de poder conseguir acercarse al médico que supone él, podrá ayudarle de alguna manera en su desesperada situación, empresa que al final parece encumbrarse cuando los oficiales lo reclutan como camarero para una fiesta. Por fin consigue su gran oportunidad, está frente a frente con el hombre que cree que puede ayudarle. Pero este hombre ha perdido la cabeza, está obsesionado con un tema irrelevante pero que el considera más importante que todo, una adivinanza y es él quien pide desesperada ayuda a Guido pues como le dice a nuestro pasmado héroe el problema de esta adivinanza no le deja ni comer, ni dormir, ni pensar en otra cosa. Guido no dice nada, pero su cara lo dice todo. Su rictus expresa a la vez toda la rabia, la impotencia, el odio, la decepción y el asombro del que es capaz un cuerpo agotado por el hambre y las duras condiciones de vida de un campo de exterminio nazi.
Pues bien, una cara semejante a la de Guido se les ha debido de quedar a los millones de africanos que sobreviven como pueden en ese gigantesco campo de exterminio que es el África subsahariana donde la muerte, la guerra, el hambre y las epidemias campan a su antojo, cuando el señor Ratzinger, alias Benedicto XVI, alias "el papa", ha aterrizado en su continente para mostrarles su preocupación, no por los miles de niños obligados a luchar como soldados, ni por las epidemias de hambre que matan a millones, ni por los genocidios cometidos al calor del negocio del coltán, sino porque los africanos se puedan condenar al infierno por usar preservativos y que estos (contra toda evidencia científica) no son útiles para la prevención del SIDA. Semejante mensaje no sólo nos muestra que este señor es un fanático religioso e intolerante, sino también que es un criminal que debería ser juzgado por crímenes contra la humanidad, ya que está incitando a millones de personas a no utilizar el único medio científicamente comprobado de prevención del SIDA y por lo tanto condenando a muerte a muchos de ellos.
Esa misma cara debió de quedarseles a los médicos brasileños que practicaron un aborto a una niña de 9 años embarazada de gemelos que había sido victima de abusos sexuales por parte de su padrastro, al enterarse que tanto ellos como la madre habían sido excomulgados por la iglesia brasileña. Del padrastro pederasta no consta excomunión alguna y es lógico, ya que si la iglesia excomulgara a todo aquel que comete este infame delito seguramente en poco tiempo no tendrían curas ni para cubrir servicios mínimo.
La cara de Guido también se le quedo a la sociedad española cuando los obispos de nuestro país presentaron esta campaña:
Una campaña que ha hecho correr ríos de tinta y que ha dado lugar a un nuevo grupo de ciberactivismo en defensa de los derechos de la mujer, las linces, a cuya respuesta a los obispos está teniendo una importante acogida en la red. Por cierto aprovecho para sumarme a dicha campaña y poner aquí el logo de la misma con un enlace a su blog.
Finalmente hasta al propio sentido común se le ha quedado la cara como a Guido en aquella fiesta, el día en que la iglesia Catolica y los grupos "pro vida"(nombre sarcastico donde lo haya) que la alientan lanzarón su fanatismo medieval contra la familia de Javier, el primer bebe geneticamente libre de enfermedad ereditaria y compatible con su hermano nacido en España y que gracias a estas dos características su nacimiento fue motivo de doble alegría ya que a la natural de su llegada, sus padres unieron la de poder curar a su hermano de una terrible enfermedad que le condenaba a 30 años de sufrimiento que no de vida. Pues bien, despues de tachar al niño de bebe medicamento la iglesia y sus fanaticos seguidores arremetieron contra todo lo habido y por haber, acusando incluso de asesinato masivo por los embriones que habian sido descartados en el proceso por no reunir las dos características antes mencionadas.
No deja de ser curioso que todos estos episodios de fundamentalismo inquisitorial catolico estén relacionados con cuestiones médicas. Tanto el caso del Papa en África, como el del aborto de la niña brasileña, como el caso de las linces (con cientificos del instituto doñana interviniendo en defensa de la necesidad de proteger a los escasos 200 linces que quedan en la península iberica a los que podemos considerar victima colateral del fundamentalismo catolico) como en el de Javier el niño que trajo al mundo dos vidas y al que siempre me resistiré a llamar bebé medicamento porque no le fue dispensado a nadie nos encontramos tres actores fundamentales:Las personas que formamos la sociedad, la ciencia y finalmente la religión. Y no es más que un nuevo episodio de esa larga guerra que la iglesia ha lanzado contra la ciencia desde la publicación de "Dialogo sobre los principales sistemas del mundo" de Galileo Galileí y que viene dada por la perdida de relevancia que la iglesia ha ido sufriendo desde entonces hasta el día de hoy. Desde aquél día la ciencia ha producido grandes mejoras y hoy en día puede prevenir enfermedades de transmisión sexual mediante preservativos, puede ayudar a una niña de 9 años violada y embarazada de mellizos a reacer su vida y a evitar su posible muerte prematura. Puede darle a la mujer mayor libertad de elección combirtiendo la maternidad en un derecho y no en una imposición del dominio patriarcal y finalmente la ciencia puede hacer que un niño venga al mundo trayendo bajo el brazo no un pan, sino la vida para su hermano enfermo.
Mientras que en todos estos casos la iglesia sólo puede recetar resignación cristiana y pasar el cepillo. La iglesia por lo tanto no se opone por motivos morales a los metodos anticonceptivos, el aborto o a la eutanasia, sino porque finalmente, gracias a la ciencia, un negocio de 2000 años basado en explotar las necesidades, las angustias y los miedos de las personas comienza a tambalearse.
1 comentario:
Me ha encantado la comparación, me parece de lo más oportuna.
Porque sinceramente, estos tipejos con sotana, son el fascismo puro y duro.
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